El fin de semana pasado se llevó a cabo la cuarta edición del encuentro de arte textil Original, celebrado en el Complejo Cultural Los Pinos. Expusieron más de 300 colectivos y proyectos artesanales con gran diversidad de materiales provenientes de distintas partes de la república mexicana.
Según el encuentro Original, “se mostró el trabajo de 640 artesanos de textil, 152 de joyería, 46 de accesorios, 30 de calzado, 76 de tintes naturales y 116 de arte utilitario y decorativo, originarios de 109 colectivos provenientes de las 32 entidades federativas del país, 231 municipios y 320 localidades; además, estuvieron representadas 31 lenguas originarias”.
Esto implica reunir, en un solo lugar, muchos mundos, materiales, saberes, técnicas, procesos y diseños. Pues lo que alcanzamos a ver o dimensionar no es un México, son muchos Méxicos y naciones originarias que nos encaran —quienes asistimos— ante la complejidad de lo basto y lo diverso.
¿Una plataforma de consumo responsable?
Si bien es cierto que su programa se perfiló mucho más robusto, en cuanto a pasarelas, charlas, muestras y proyecciones, en esta ocasión anunciaron una asistencia aproximada de 360 mil personas, superando la edición anterior. Fue debido al evidente incremento de expositores que, Original fue más grande este año y no bastó con un día para recorrerlo todo. E incluso, algunos colectivos tuvieron que compartir un solo espacio de venta. Aunado a esto, me pareció controvertible la decisión de nombrar cada espacio de expositor con el de una artesana o artesano en lugar del nombre de los colectivos, sobre todo por la importancia que tiene la colectividad para las creadoras y creadores de saberes ancestrales.
¿Será que por fin la artesanía en México ha encontrado una plataforma de comercialización justa y que contribuya al reconocimiento de su maestría y legado? En cuanto a comercialización, me parece importante la capacitación, por ejemplo, que tuvieron las y los creadores para diferentes métodos de cobro. Y una logística que permitió cubrir sus viáticos y sin cuota de recuperación a través de comisiones por venta; y por ello, la importancia que desde la Secretaría de Cultura se haya creado dicha plataforma, ya que a través de proyectos autogestionados y privados, difícilmente se puede propiciar estas condiciones y alcance mediático. Aunque en voz de algunas expositoras y expositores, la venta no fue lo que se esperaba como en años anteriores.
Portar la indumentaria con solemnidad
¿Cuánto tiempo y esmero implica una pieza si el trabajo comienza con el cuidado y tratamiento de la materia prima? Primero entender, que si los procesos para la elaboración de una prenda comienzan desde el cuidado del gusano de seda, como en la comunidad de San Pedro Cajonos, en Oaxaca; el resultado es un hilo delgado cuyo tejido a mano o en telar de pedal, resulta en una fina tela. Criar al gusano, esperar a que crezca, extraer la fibra y darle un tratamiento para convertirlo en hilo nos habla de meses, y posteriormente tejer y elaborar la prenda nos habla de otros meses más. Uanhasï, por ejemplo, es un colectivo de mujeres artesanas del pueblo Purépecha de Michoacán que tiene por objetivo promover su arte textil a través de rebozos, huipiles y vestidos con técnicas como el deshilado, que consiste en elaborar un lienzo donde se sacan los hilos, uno por uno, tanto de urdimbre y de trama para generar una malla e ir generando hermosos tejidos.
Los gabanes y sarapes en telar de pedal que tardan en elaborar más de seis meses debido al tipo de lana que utiliza, por ejemplo, el maestro Nahua, Pedro Xochitemol originario de Amaxac de Guerrero, Tlaxcala. Al tratarse de una lana más delgada y delicada, además de teñida con tintes naturales, el proceso requiere mucha habilidad y paciencia.
Asimismo, la amabilidad para mostrar su trabajo y compartir sus procesos, resulta vital para que podamos entender todo el trabajo que conlleva hacer una prenda. En otros formatos como Manos del Mundo, hay la posibilidad de comprar a meses sin intereses con algunos expositores; pues un huipil de 10 mil pesos o un sarape de 30 mil definitivamente lo valen.
¿Será que portar un textil que requiere de tres a seis meses de trabajo es realmente el nuevo lujo? Para mí la respuesta, es que siempre lo fue, pero sin espacios donde se reconociera la maestría y el valor inmaterial, difícilmente iba a concebirse como tal. En este sentido, las pasarelas resultan un interesante formato de reconocimiento para la indumentaria tradicional y aquella que se ha modificado para la ‘modernidad’ o para portarse en contextos ajenos a la comunidad y sus rituales ceremoniales. También para ganar un poco de terreno ante el extractivismo y la apropiación de marcas así posicionadas por la mercadotécnica como ‘de lujo’; y que usan las pasarelas cuando vienen al país para vender un mensaje de reconocimiento al arte textil en México, junto a su toque ‘sofisticador’ y muy adhoc a las casas de alta costura.
Propiciar una visión de la transformación y evolución de la indumentaria de los pueblos originarios sin la intervención de marcas y lógicas eurocentristas, es necesario y urgente. Y por ello, importante que la programación y el formato de Original perdure con pasos firmes.